Forma extraordinaria: instrucciones para los sacerdotes |
Para que cada vez mayor cantidad de fieles pueda beneficiarse de los frutos del motu proprio Summorum Pontificum, hacen falta sacerdotes que celebren la forma extraordinaria del rito romano. Si bien la mejor solución consiste en el aprendizaje de la liturgia tradicional en los seminarios -aunque éste sea un objetivo de largo aliento, debido a las fuertes resistencias que encuentra, sobre todo en Europa- la formación individual de los sacerdotes y de los seminaristas constituye una alternativa que debe ser estimulada. Hoy les proponemos, pues, las instrucciones para el aprendizaje de la forma extraordinaria que presenta en su blog el Padre Schnippel, director de las vocaciones de la diócesis de Cincinnati (Estados Unidos). Es un documento que puede animar a dar el primer paso a muchos sacerdotes que querrían participar en el nuevo movimiento litúrgico deseado por el Santo Padre, pero que dudan en lanzarse. A tal fin, conservamos a propósito el tono, a veces muy directo, utilizado por el autor. *** Soy sacerdote desde hace siete años. A lo largo de este período, quise aprender a celebrar la misa tridentina, entiéndase, la forma extraordinaria de la misa. Este viernes, voy a subir al altar de Dios por primera vez a tal efecto, en el marco público de una misa solmene. Para los sacerdotes que también deseen llegar a hacerlo, y que disponen de tan poco tiempo libre como yo, se me ocurrió la idea de esta guía paso a paso. 1) Los días en que no tenga una “misa pública” pero en los que, por legítimos motivos, puede celebrar una misa privada, es decir, solo o con un monaguillo, diga la forma ordinaria en latín. Utilice la lengua vulgar para las lecturas y las oraciones presidenciales, y para todo el resto, o la mayor parte posible, el latín. Comience por la oración eucarística y las aclamaciones, a fin de acostumbrar su cerebro y su lengua al uso del latín. Aun sin haber estudiado mucho latín, debería poder hacerlo. 2) Vaya ampliando el uso del latín lentamente. Si hace falta, al principio, diga las partes en latín en silencio. Poco a poco, empiece a pronunciarlas en voz alta, articulando palabra por palabra y luego frase por frase. En la medida de lo posible, dependiendo de su parroquia, introduzca poco a poco el latín en las celebraciones parroquiales. Comience con una misa durante la semana, por ejemplo... 3) Una vez que haya dominado esto, asista a una misa tradicional en el coro, en la medida en que ello le sea posible. Doy por sentado que sabrá dónde se celebra en su ciudad o en su diócesis. Los sacerdotes que la celebran estarán más que deseosos de recibirlo, aun cuando usted sólo se contente con sentarse en el coro. CUANDO OIGO AMIGOS SACERDOTES QUE ME DICEN: “¡Pero no sabré qué hacer!”, les respondo: “¡No tenéis nada que HACER!”. Aparte de rezar, claro. Acuérdese de que no hay concelebración, simplemente usted se ubica en su lugar y goza del mejor espectáculo ofrecido por la casa. ¡Por una vez, aproveche! 4) Compre el libro grueso si todavía no lo ha hecho. Y sí, ya es hora de que consiga el Misal de 1962. Le sugeriría también la adquisición de un misal bilingüe (NDT: como el misal de los fieles), muy útil al principio para las oraciones al pie del altar, que trae las traducciones de las oraciones en la página de la derecha. Si usted tiene un ipad, suba la aplicación iMass de la Fraternidad San Pedro. Ahí también tendrá el latín y el inglés lado a lado, y una ventana de video que le permite seguir los gestos del sacerdote durante la misa. Esto me pareció muy práctico, porque además incluye también la misa del día, lo que le permite encontrarla con facilidad en el libro grande (¡es realmente muy útil!). En su tiempo libre (sí, ya lo sé, ¡no le sobra!), hojee el misal y familiarícese con él. 5) Luego, en su próxima misa “extra”, intercepte al ceremoniario o al celebrante y pregúntele: “¿Me podría ayudar?”. Cualquiera digno de ese nombre le responderá: “¡Pero cómo no!”. Por mi parte, fue el ceremoniario de Una Voce quien me guió con el misal y las rúbricas de la misa. Llegado a este punto, vaya pensando en conseguir las sacras del altar que puede encontrar e imprimir en línea. 6) En su misa privada, pase de la forma ordinaria a la forma extraordinaria y no deje de practicar. 7) Propóngase para oficiar como diácono o subdiácono en una misa solemne. 8) Pase al centro del altar y ¡HÁGALO! En mi caso, el proceso me llevó entre cuatro y seis meses. A veces, no adelantaba nada, y otras, cuando tenía más tiempo, avanzaba el doble. Pero traté de seguir una trayectoria ascendente. ¡Su sacerdocio bien merece este esfuerzo! A mí me ayudó a celebrar mejor la forma ordinaria, con mayor reverencia, y me hizo apreciar más la misa. Como sacerdote, sin duda usted está sumergido por incontables trabajos y le puede parecer una pesada carga aprender y progresar: marque bien las etapas por seguir, fíjese una agenda adecuada a su ritmo y ¡anímese! |